Recuerdo una época en la que las transacciones comerciales se satisfacían con pesetas. Los niños y niñas correteaban por la calle sin atisbo de temor, con ganas de estar unos con otros cara a cara, de jugar en pandilla. No recuerdo que hubiera autovías en aquél lugar ni en aquel tiempo, pero se llegaba todos los lugares de la geografía; el sol quemaba y en los inviernos había que taparse, no como ahora, que da la impresión de que el sol quema durante todo el año.
La calle principal la cortaban al tráfico rodado los domingos, para que todo el mundo pudiera pasear por ella sin riesgo a ser atropellado por los pocos vehículos que apenas circulaban las calles. Se veían familias, jóvenes y ancianos, personas importantes y personalidades, se veía casi de todo. Había un lugar para comer churros (entonces desconocía la existencia de mi eterna compañera, la celiaquía) donde a Paco no le importaba si pagabas hoy o mañana. Sabía que iba a cobrar.
Recuerdo una época en la que apenas había líneas que dividieran las carreteras en dos y lo de los pasos de cebra era algo de las grandes ciudades, los elementos de seguridad apenas contaban un cinturón y dos retrovisores, el interno y el izquierdo externo, pero ni cierres centralizados, ni elevalunas eléctricos; y lo del airbag era cosa de ciencia ficción. Los coches aparcaban en calles cuyos bordillos eran grises y los marcos de las ventanas de los edificios eran de madera o de hierro. Si, recuerdo aquellas ventanas con esos perfiles tan caprichosos.
Además he sido un hombre afortunado porque en la época y el lugar de los que hablo, conocí a mis cuatro abuelos, cosa que pocos niños podían decir entonces, porque ahora la situación ha cambiado.
La esperanza de vida es más alta, si antes no se ha muerto por accidente de coche, ingerir alimentos inventados en un laboratorio o por enfermedades creadas por el hombre; Paco ahora se llama expendedora o disculpe caballero y hay que pagarle aquí y ahora; los coches son más seguros (algo bueno), pero en manos de desequilibrados que los hacen peligrosos; y las calles ya no tienen bordillos grises, sino azules, verdes o amarillos. Ahora hasta la calle tiene dueño y hay que pagarle para poder usarla.
P.D.: La imagen la he sacado de este blog: http://bicipalodivagando.blogspot.com/
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