Llevaba varias semanas con los preparativos mi colega Perea, y es que las bodas tienen eso, que no puedes dejar nada en el aire porque al ser como somos, todos queremos quedar contentos. No existen trasfondos para nosotros, lo único que nos importa es que todo esté perfecto y muy poco lo hace aquello que hay detrás, entre bastidores. Es que somos egoístas, no podemos evitarlo. Si invito a aquél, ese se me ofende, si no lo hago también.
(Tengo que parar porque está pasando por debajo de mi ventana un deficiente mental, con perdón de los deficientes mentales, con la música del coche a tal volumen que me está vibrando la mesa donde tengo el ordenador y no me deja concentrarme en la escritura; ya hablaré de estos tipejos en otro momento, por eso hago este inciso, para que no se me olvide).
Perdón por la interrupción. Sigo.
Pero aquello era diferente: otro lugar, otras personas y, por supuesto, otros contrayentes. Llegamos al templo, una humilde, pero llena de historia, iglesia de barrio con su coro, su cura y su curilla, justo a tiempo de dar comienzo la ceremonia. En principio todo solemne, y lo fué, pero con esa solemnidad de las personas humildes, la buena, la que vale; donde la improvisación y el instinto fraternal adquieren un gran protagonismo y sin embargo todo sucedió según el guión, de forma espontánea. El encanto de aquél templo en esa mañana era precisamente la ausencia de la pompa y las caras regias. Estábamos en la "Casa de Dios".
Y no es que uno tenga muchas dudas en cuanto a la grandeza del Altísimo, no tengo ninguna de hecho, lo que sí me sorprendió aquella mañana en aquél humilde templo era que el Altísimo hubiese dejado entrar, y además casarse, a alguien que, humano, parece más Grande que Él.
Después vino el arroz, por supuesto, y yo como buen cabronazo que soy no podía perder la oportunidad de saciar mi puntería con los diminutos granos. Otro gesto de humildad y saber estar: charlaba con personas que no conocía de nada o de muy poco, pero no era el momento de pensar en ello porque teníamos cosas que decirnos y puñados de arroz que lanzar. Más adelante el banquete, las risas y el baile. Todo en su línea. Llegado el momento me sacudí la verguenza y con mi colega Blankito nos pusimos a "deleitar", al cante él y yo al toque, a los presentes con una sevillana de la que participaron todos, o eso me pareció a mí. Baile, jaleo, en definitiva se produjo un hermanamiento entre casi todos los presentes que fue memorable y que nos hará recordar aquel día, no como la boda del Perea, sino como el fiestón que nos pegamos en la boda del Perea.
Es justo entonces que a modo de homenaje, muestre una instantánea con quien, de compañero de trabajo, he pasado a ser nada menos que amigo.
AMÉN, SABIAS Y CIERTAS PALABRAS, FUE TODO PRECIOSO, Y LO PASAMOS DE MARAVILLA.
ResponderEliminarBLANKITO: JUAAANNNN!! ¡VIVAN LAS MUJERES GRATIS! Y A 5€ LAS NORMALES.
hE DESCUBIERTO TU BLOG, LO MIRARE A MENUDO CON MI COLEGA VITO, ASI QUE DINOS ALGO.YA LE ESTOY COMIENDO LA OREJA CON MIS COSAS, NO PIENSES MAL